UNA HISTORIA CONTADA POR TODOS



Creasy Tales acaban de nacer y nos gustaría que tú nos ayudases a continuar creando. La idea es llevar a cabo la realización de una pequeña colección o serie de cuentos en la que todos podremos participar, ya sea a través de la encuesta o bien enviándonos tus ideas u opiniones. Se trata de algo dinámico y vivo, donde iremos viendo juntos avanzar y cambiar la historia de sus personajes hasta llegar a un desenlace final. En todo este proceso tus decisiones serán importantes. ¿Te animas?







miércoles, 16 de marzo de 2011

CAPÍTULO IV


                         SABOTAJE

      Las once de la mañana, y el profesor de Matemáticas que no daba tregua a nuestros amigos. Las cuentas de la pizarra se les presentaban como seres extraños a los que no querían conocer y todos miraban el reloj nerviosamente, contando los minutos que faltaban para poder salir al patio. Por fin, el timbre sonó, con una fuerza abrupta que les liberó del letargo en el que se encontraban.
      Normalmente, en el recreo, se juntaban todos con ganas de comentar cualquier cosa que hubiese ocurrido en las horas pasadas, pero ese día, el tema de conversación seguía siendo lo sucedido en el Parque Inglés. Parecía que esta vez se encontraban ante un misterio que les quedaba un poco grande… y así estuvieron durante todo el descanso, hasta que una noticia llegó a sus oídos: habían saboteado la comida del comedor y Carmen y Jose, alumnos del último curso, eran los principales sospechosos.
      Al parecer, alguien se había colado en el comedor y había vertido sobre la comida, que estaba lista para calentarse en la repisa metálica de la cocina, varias botellas de zumo y una garrafa de agua. Aquello, más que un menú del día, parecía una macedonia gigante y pasada por agua. Según les dijeron, en esos momentos, los profesores interrogaban a Carmen y Jose, ya que alguien les había visto en el lugar de los hechos minutos antes.
Aunque ya tenían bastantes cosas en las que pensar, nuestros amigos no podían resistirse a un enigma como ese, así que se pusieron manos a la obra, pues no tenían dudas de la inocencia de sus dos compañeros mayores. Aprovecharían la hora siguiente, Educación Física con Martín, para investigar el asunto. Por suerte, aquel día tenían juego libre; es decir, podían practicar por grupos el deporte que eligiesen. La mayoría optaba por un intenso partido de fútbol, pero nuestra pandilla prefería centrarse en la canasta, esquivando con cuidado a los futbolistas, con los que compartían cancha.
Todos habían tomado ya posiciones y se decidían, con mucho disimulo, a comenzar con las preguntas, para ver si sus compañeros de clase habían visto algo que les sirviese de ayuda. No obtuvieron gran cosa, excepto un dato que quizás podría ser relevante: María aseguraba que, efectivamente, había visto cerca del comedor, a la hora señalada, a Carmen y Jose, y que llevaban una pelota en sus manos. Las cosas parecían ponerse complicadas para sus amigos mayores… Pero algo continuaba sin cuadrar: ¿por qué iban a entrar en la cocina con un balón? Tendrían que esperar al segundo recreo para obtener más información.
      Después de la clase de Educación Física y de estar haciendo experimentos en el laboratorio, por fin estaban libres otra vez. Contaban con apenas quince minutos que había que aprovechar a tope y como Carmen y Jose continuaban castigados hasta que se aclarase aquel entuerto, decidieron armarse de valor e ir a hablar con los amigos de éstos. Eran los mayores del colegio e imponían respeto, pero las horas pasaban y a esas alturas de la mañana ya no les quedaba otra opción.
-Hola, chicos- saludó Adrián con voz temblorosa-, estamos investigando lo del comedor. ¿Vosotros sabéis qué es lo que ha pasado?
-Vaya, parece que tenemos a un pequeño Sherlock Holmes en el colegio- respondió el más grande y fuerte del grupo, como riéndose de él.
-Bueno, yo sólo, eh…- balbuceaba nervioso Adrián.
Eva, que tenía dos hermanos mayores y estaba acostumbrada a tratar con ellos y con sus amigos, soltó con firmeza:
-Creemos que se han equivocado los profesores con vuestros amigos, así que si queréis ayudarles, más vale que nos digáis lo que sabéis en vez de poneros en plan chulito.
-Vale, vale, no te pongas así- contestaron-, lo único que sabemos es que estábamos jugando al balón y que se nos escapó a la calle. Estuvimos esperando a ver si pasaba alguien, y un hombre, que acababa de aparcar su coche, nos lo devolvió con una fuerte patada. Tan fuerte, que incluso atravesó el patio. Entonces, Carmen y Jose fueron corriendo en su búsqueda. Luego les encontraron allí y empezó todo el lío.
-Gracias chicos, ya no os molestamos más- se despidió Eva.
Prácticamente se había agotado el recreo cuando, de repente, Miguel dijo eufórico:
-¡Ya lo tengo! ya sé qué ha podido ocurrir-. Rápidamente, echó a correr sin dar más explicaciones, y sus amigos, algo desconcertados, le siguieron. Atravesó todo el patio, bordeó el gimnasio y se detuvo en uno de los laterales del edificio principal, donde se encontraba el comedor. Una vez allí dijo al resto:
- Mirad.
-¿Qué pasa, Miguel?- preguntó Paula un poco enfadada por no entender nada.
-Mirad, la ventana del comedor. Como me imaginaba, está abierta.
-Y…respondieron los demás a coro.
-Pues que me juego mi bolsa de canicas y mi peonza a que por allí entró el balón.
-¿Cómo? ¿qué estás diciendo, Miguel?
-Mi teoría es que el balón, con el patadón fuerte del señor, llegó hasta aquí y, con un bote, chocó contra esa ventana. Si recordáis, la cocinera siempre deja las bebidas ahí, por lo que, el golpe probablemente provocó que se vertiesen sobre la comida. Yo creo que fue el balón el que convirtió nuestra comida en un batido.
      Los cinco, seguros de haber resuelto el misterio, acudieron al director y a los profesores para exponer su teoría. Efectivamente, había sido un accidente. La cocinera confirmó, que esa mañana se había dejado la ventana entreabierta, y que la bebida estaba justo en el  lugar que Miguel había supuesto, quedando así el misterio resuelto.
Al salir de clase, Carmen y Jose, se acercaron para darles las gracias.
- Nos habéis librado de una buena- decía Jose.
-Si alguna vez necesitáis algo, contad con nosotros- continuó Carmen, y se despidió con un guiño de ojo y una sonrisa, que dejaron encandilados a Adrián, Miguel y Gael.

Los cinco estaban parados de pie, a la puerta del cole, rememorando emocionados su hazaña. Se sentían tan orgullosos que tardaron unos minutos en percatarse de que, en la acera de enfrente, alguien les observaba.
-¡Mirad, chicos!- gritó Paula, señalando con el dedo y sin poder disimular su sorpresa.
Todos se quedaron de piedra al reconocer a la mujer de pelo blanco.
-¡Su muñeca! ¡Fijaos en su muñeca!- susurró Eva haciendo un gran esfuerzo por ser discreta.
-¡Una pulsera de cuero trenzado, igual que la de la foto!- contestó Adrián.
-Eso significa que…
Gael no se atrevió a terminar la frase. Paula lo hizo por él:
-¡La misteriosa señora de pelo blanco es Marta la Exploradora!